viernes, 12 de octubre de 2012

MEMORIAS DE UN VIEJO ARBOL

                      
                                                            MEMORIAS DE UN VIEJO ÁRBOL
La historia que os voy a contar, os puede parecer surrealista, eso pensé yo la primera vez que le escuché.
  Todo comenzó cuando, como uno de cada tantos días, cogí uno de mis libros y aproveché los rayos del sol para evadirme de la rutina cotidiana inmerso en la lectura, en mi vida eso se había convertido en un ritual. ¡Qué le voy a hacer! Soy, un loco soñador. Para esta ocasión, escogí un poemario de una poeta amiga mía.
  En invierno exprimía la calidez del sol junto al tronco de un viejo árbol, era mi respaldo favorito, que junto a la mullida hierba se convertían en mi trono particular, en verano me refugiaba bajo sus ramas escondiéndome del sol.

  Ese día, me sentía algo romántico, y puesto que le había prometido a mi amiga leerlo, me pareció oportuno ese tipo de lectura. Estaba absorto en un verso y me pareció escuchar un suspiro, no le di mayor importancia, entre los sonidos mundanos que se captaban alrededor podría ser cualquier cosa, continué entusiasmado leyendo aquel verso.

“¡Y llegaste tú, tengo el alma henchida orgullosa feliz.
Como imaginar que tú cual ángel soñado.
Pudieras dar vida ¡sí vida!”

  Cuando de pronto…, algo mojó la hoja, y me distrajo,
  — ¡Vaya! ¡Ya me ha meado un pájaro! ¡Maldita sea!
  De repente escuché una voz susurrante:
  — ¡No! mi querido amigo, no ha sido un pájaro, he sido yo que he derramado mis lágrimas ante tan bellos versos.
  Miré a todos lados y no se veía a nadie por allí, pero...
  — ¿De dónde sale esa voz? ¿Quien anda ahí? ¡Quien quiera que seas déjate ver! ¿A caso te estás burlando de mí?
  — ¡No! no me estoy burlando, soy el árbol.
  — ¡Uf! creo que ya empiezo a desvariar con tanta lectura.
  —Amigo mío créeme te estoy hablando yo, te lo mostraré moveré mis ramas.
  Me quedé atónito, en verdad era él, — ¿pero como...? —balbucee—. Cualquiera que me vea hablando con un árbol pensará que estoy loco.
_ ¡Nono! ¡Me niego! mi imaginación, ya ha llegado demasiado lejos…al final van a tener razón los que me dicen que acabare loco, como don quijote, viviendo en un mundo imaginario de batallas y glorias.
A partir de mañana, hare mas vida social, algo de deporte, algo de…
  —Tranquilízate, es real, _ me explico el árbol_ no intentes buscar sentido a este suceso. Solo déjate llevar, y escúchame. Nadie_ puede oírme_.
_No tuve más remedio que ceder ante la evidencia, _ ¡está bien!, le dije_ pero solo por curiosidad. Al fin y al cabo, si únicamente le escuchaba yo solo, no haría el ridículo.
  Me contó que no siempre fue un árbol, él vivió hace cientos de años en el reino de “Dratebil”, siendo el rey y señor de todo y de todos, y que por su maldad, pues odiaba la vida, cazaba por matar, destruía todo lo que se ponía en su camino, no respetaba la naturaleza; el hechicero le condenó por el tiempo de los tiempos a ser un árbol, y a observar a todas la criaturas de la tierra hasta que aprendiera a amarlas y respetarlas. Pero que solo conseguiría su libertad cuando solo un alma humilde y soñadora le consiguiera escuchar, solo así se rompería esa maldición, pues sería la señal que habría crecido y aprendido los valores morales y espirituales.

  Y así comenzó nuestra amistad:
 Un día tras otro, compartimos charlas e historias,  me contaba…

  —Mis ramas se recogen al atardecer, cuando veo los rayos desaparecer por el cielo de Madrid. A mis ramas recogidas vienen a revolotear, con dulces y pacificas peleas, los cientos de pájaros a los que sirvo de rebujo y posada. Hay a quien le sirvo de recogimiento para dar rienda suelta a sus pensamientos, a estos quizás les sirva como título a algún escrito: ¨ Él árbol de la vida¨, a otros en otoño, como posado para que sus pinceles bordeen mis hojas perennes, a otros, simplemente como sombra en los calurosos días de Verano.

  »En mis tiempos más jóvenes —me decía aquel viejo árbol—, las parejas coqueteaban de una manera diferente, ellos eran unos caballeros, cortejaban a las damas con mucha formalidad, ellas eran más pudorosas que ahora, pero el amor que fluye en ambos tiempos es el mismo, la pasión que se dan en esos momentos tan íntimos, bajo mi abrigo, nunca cambiara; sí que es verdad, querido amigo, que hoy tengo que volver mis ramas hacia el horizonte, el acto de amarse es mas frívolo, pero igual de maravilloso; siempre es y será el amor. 

  »En mi crecer, he visto batallas encarnizadas que me han hecho ver la cruda realidad de la maldad de algunos hombres por conseguir el poder, sin recabar en las vidas que destrozarían por su avaricia.

  »Indigentes, que vienen a mis alrededores a intentar pensar en qué fallaron en su largo, pero a la vez corto, caminar por la vida, a veces bajo la sombra de mis ramas alimentan mis raíces con sus lágrimas de desolación.

  »En frente a mi tronco, la parte que da como mirador hacia la ciudad, se encuentra un banco, en el cual se sientan, en las tardes de primavera, dos ancianos. Uno de ellos, el más bajo, lleva una boina sin capar, como tiene que ser, él es el más refunfuñón, nada más verle subir por el camino que da al banco, y la posición de inclinación de su boina, se que viene enfadado con su compañero de batallas, el otro es algo alto, cojea un poco por una operación de rodilla, según el, destrozada por un matasanos que le metió mano en su rodilla; hace tiempo que se conocen, y aunque sus batallas se repiten varias veces, todos los días, siempre sacan opiniones sobre ellas, la andadura y la sabiduría que pueden tener sus años bien podría ser escuela para muchos jóvenes.

  »También he visto crecer a muchos niños, desde sus primeros paseos en sus carros empujados por sus padres, hasta verles corretear teniendo sus primeros tropiezos en sus carreras, sin paso firme. Ver como la vida empuja el tiempo es algo que me apena en parte, yo aquí casi ya centenario, después de desperdiciar toda una vida como humano siendo inhumano.
 
  Así pase largas tardes, durante algún tiempo sentado sobre el mullido césped que rodeaba el tronco de aquel árbol centenario, con mi libro en mis manos y sin abrirlo en ninguna de las tardes que lo visitaba, historias me contó que algún día, me atreveré a plasmar con la escritura.

  Una tarde me encontré en la situación, que nunca se me hubiera pasado por la cabeza, fui al encuentro con mi amigo de tertulias, ya no estaba el sitio donde se erguía altanero y vigoroso, estaba vacío, una lágrima se me escapo, pero de felicidad, al fin había conseguido su libertad, su espíritu, ahora moraría, en un reino de amor.
Yo, se que jamás estoy solo, pues la esencia de sus raíces crecen en mí.
 
  Me enorgullece saber, que el cumplió su misión y que yo fui el loco soñador que le escucho. 


                     Rafael huertas y Nela Gómez

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