MEMORIAS DE UN VIEJO ÁRBOL
La historia que os voy a contar, os puede parecer
surrealista, eso pensé yo la primera vez que le escuché.
Todo comenzó cuando,
como uno de cada tantos días, cogí uno de mis libros y aproveché los rayos del sol
para evadirme de la rutina cotidiana inmerso en la lectura, en mi vida eso se
había convertido en un ritual. ¡Qué le voy a hacer! Soy, un loco soñador. Para
esta ocasión, escogí un poemario de una poeta amiga mía.
En invierno exprimía
la calidez del sol junto al tronco de un viejo árbol, era mi respaldo favorito,
que junto a la mullida hierba se convertían en mi trono particular, en verano
me refugiaba bajo sus ramas escondiéndome del sol.
Ese día, me sentía
algo romántico, y puesto que le había prometido a mi amiga leerlo, me pareció
oportuno ese tipo de lectura. Estaba absorto en un verso y me pareció escuchar
un suspiro, no le di mayor importancia, entre los sonidos mundanos que se
captaban alrededor podría ser cualquier cosa, continué entusiasmado leyendo
aquel verso.
“¡Y llegaste tú, tengo el alma henchida orgullosa feliz.
Como imaginar que tú cual ángel soñado.
Pudieras dar vida ¡sí vida!”
Cuando de pronto…,
algo mojó la hoja, y me distrajo,
— ¡Vaya! ¡Ya me ha
meado un pájaro! ¡Maldita sea!
De repente escuché
una voz susurrante:
— ¡No! mi querido
amigo, no ha sido un pájaro, he sido yo que he derramado mis lágrimas ante tan
bellos versos.
Miré a todos lados y
no se veía a nadie por allí, pero...
— ¿De dónde sale esa
voz? ¿Quien anda ahí? ¡Quien quiera que seas déjate ver! ¿A caso te estás
burlando de mí?
— ¡No! no me estoy
burlando, soy el árbol.
— ¡Uf! creo que ya
empiezo a desvariar con tanta lectura.
—Amigo mío créeme te
estoy hablando yo, te lo mostraré moveré mis ramas.
Me quedé atónito, en
verdad era él, — ¿pero como...? —balbucee—. Cualquiera que me vea hablando con
un árbol pensará que estoy loco.
_ ¡Nono! ¡Me niego! mi imaginación, ya ha llegado demasiado
lejos…al final van a tener razón los que me dicen que acabare loco, como don
quijote, viviendo en un mundo imaginario de batallas y glorias.
A partir de mañana, hare mas vida social, algo de deporte,
algo de…
—Tranquilízate, es
real, _ me explico el árbol_ no intentes buscar sentido a este suceso. Solo déjate
llevar, y escúchame. Nadie_ puede oírme_.
_No tuve más remedio que ceder ante la evidencia, _ ¡está
bien!, le dije_ pero solo por curiosidad. Al fin y al cabo, si únicamente le
escuchaba yo solo, no haría el ridículo.
Me contó que no
siempre fue un árbol, él vivió hace cientos de años en el reino de “Dratebil”,
siendo el rey y señor de todo y de todos, y que por su maldad, pues odiaba la
vida, cazaba por matar, destruía todo lo que se ponía en su camino, no
respetaba la naturaleza; el hechicero le condenó por el tiempo de los tiempos a
ser un árbol, y a observar a todas la criaturas de la tierra hasta que aprendiera
a amarlas y respetarlas. Pero que solo conseguiría su libertad cuando solo un
alma humilde y soñadora le consiguiera escuchar, solo así se rompería esa
maldición, pues sería la señal que habría crecido y aprendido los valores
morales y espirituales.
Y así comenzó
nuestra amistad:
Un día tras otro,
compartimos charlas e historias, me
contaba…
—Mis ramas se
recogen al atardecer, cuando veo los rayos desaparecer por el cielo de Madrid.
A mis ramas recogidas vienen a revolotear, con dulces y pacificas peleas, los
cientos de pájaros a los que sirvo de rebujo y posada. Hay a quien le sirvo de
recogimiento para dar rienda suelta a sus pensamientos, a estos quizás les
sirva como título a algún escrito: ¨ Él árbol de la vida¨, a otros en otoño,
como posado para que sus pinceles bordeen mis hojas perennes, a otros,
simplemente como sombra en los calurosos días de Verano.
»En mis tiempos más
jóvenes —me decía aquel viejo árbol—, las parejas coqueteaban de una manera
diferente, ellos eran unos caballeros, cortejaban a las damas con mucha
formalidad, ellas eran más pudorosas que ahora, pero el amor que fluye en ambos
tiempos es el mismo, la pasión que se dan en esos momentos tan íntimos, bajo mi
abrigo, nunca cambiara; sí que es verdad, querido amigo, que hoy tengo que
volver mis ramas hacia el horizonte, el acto de amarse es mas frívolo, pero
igual de maravilloso; siempre es y será el amor.
»En mi crecer, he
visto batallas encarnizadas que me han hecho ver la cruda realidad de la maldad
de algunos hombres por conseguir el poder, sin recabar en las vidas que
destrozarían por su avaricia.
»Indigentes, que
vienen a mis alrededores a intentar pensar en qué fallaron en su largo, pero a
la vez corto, caminar por la vida, a veces bajo la sombra de mis ramas
alimentan mis raíces con sus lágrimas de desolación.
»En frente a mi
tronco, la parte que da como mirador hacia la ciudad, se encuentra un banco, en
el cual se sientan, en las tardes de primavera, dos ancianos. Uno de ellos, el
más bajo, lleva una boina sin capar, como tiene que ser, él es el más refunfuñón,
nada más verle subir por el camino que da al banco, y la posición de
inclinación de su boina, se que viene enfadado con su compañero de batallas, el
otro es algo alto, cojea un poco por una operación de rodilla, según el,
destrozada por un matasanos que le metió mano en su rodilla; hace tiempo que se
conocen, y aunque sus batallas se repiten varias veces, todos los días, siempre
sacan opiniones sobre ellas, la andadura y la sabiduría que pueden tener sus
años bien podría ser escuela para muchos jóvenes.
»También he visto
crecer a muchos niños, desde sus primeros paseos en sus carros empujados por
sus padres, hasta verles corretear teniendo sus primeros tropiezos en sus
carreras, sin paso firme. Ver como la vida empuja el tiempo es algo que me
apena en parte, yo aquí casi ya centenario, después de desperdiciar toda una
vida como humano siendo inhumano.
Así pase largas
tardes, durante algún tiempo sentado sobre el mullido césped que rodeaba el
tronco de aquel árbol centenario, con mi libro en mis manos y sin abrirlo en
ninguna de las tardes que lo visitaba, historias me contó que algún día, me
atreveré a plasmar con la escritura.
Una tarde me
encontré en la situación, que nunca se me hubiera pasado por la cabeza, fui al
encuentro con mi amigo de tertulias, ya no estaba el sitio donde se erguía
altanero y vigoroso, estaba vacío, una lágrima se me escapo, pero de felicidad,
al fin había conseguido su libertad, su espíritu, ahora moraría, en un reino de
amor.
Yo, se que jamás estoy solo, pues la esencia de sus raíces
crecen en mí.
Me enorgullece
saber, que el cumplió su misión y que yo fui el loco soñador que le
escucho.
Rafael huertas y Nela Gómez